'...Aprovechaste que tus padres tenían una reunión de negocios para dirigirte hacia allí con la intención de saltar, porque te habías cansado de vivir sin motivo, sin esperanza de poder amar a alguien.
Estabas llegando a las puertas de aquel monumento cuando el milagro sucedió.
Antes de cruzar una calle con varios carriles para el tráfico viste el pajarillo. Estaba encogido en medio del asfalto y temblaba agotado, esperando el momento fatal en que una rueda aplastaría su último halo de vida. Los coches avanzabas hacia él ajenos a aquel pequeño drama sin importancia.
Una mujer gritó al ver que corrías entre el tráfico. Un coche tuvo que hacer una maniobra temeraria para esquivarte. El que venía detrás frenó en seco y fue cuestión de centímetros que no te embistiera como un monigote.
Te agachaste a recoger el pajarillo enfermo en un caos de bocinas e insultos. Protegiendo el ave entre tus manos, regresaste a la acera sin importarte que habías estado a punto de morir atropellada.
Pese a no saber alemán, averiguaste dónde había un veterinario, pero el pajarillo murió entre tus manos antes de que pudieras llegar.
Rompiste a llorar. Odiabas el mundo. Sentiste que tú eras como aquella avecilla y te consolaste al pensar que al menos no había muerto sola.
Tras enterrar el pájaro en el parque, entendiste que no estaba en medio del tráfico por erro. Sabía que estaba enfermo y quería morir.
Aquel pequeño ser fue una lección importante: te hizo ver que estabas llena de vida y que sería un insulto a su dolor abandonar tan pronto.
Acompañarle en sus últimos instantes te había devuelto las ganas de vivir, como un regalo de gratitud del pájaro. Levantaste la mirada deseando que también él tuviera otro cielo más allá del cielo.
Yo te tomaba la mano mientras me explicabas todo esto con lágrimas en los ojos. Desde entonces tengo la certeza de que jamás podré hacer otra cosa que amarte.'
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